Crónica: SPACE HAMMU, Madrid 08.01

Space Hammu destroza La Riviera en el Inverfest 2023

Crónica de Aldo Conway para GRINDIN'

Fotografía: Grimey

Los malagueños debutan oficialmente como grupo en directo en una cita histórica en Madrid con un sold out histórico.

El ocho de enero podría haber sido uno de esos días cualquiera del calendario; uno más. Sin embargo, el domingo fue el día del “no puedo, tengo furbo” de los que escuchamos GRINDIN’ RADIO. Me presento por allí con una lata de Mahou — los locales llaman a esto “cerveza” — y los brazos temblorosos. Me pregunto si en el backstage están tan nerviosos como yo. La cola para entrar al concierto es casi tan grande como las expectativas que hay sobre lo que va a pasar el domingo por la tarde en La Riviera. Es el primer concierto en la historia de Space Hammu y se respira en el ambiente un aire de júbilo, tenso y emocionante, que flota desde el suelo pegajoso hasta el techo salpicado de luces. Un guardia de seguridad ya entrado en años controla el acceso y observa con curiosidad los visuales del escenario. El frío, la lluvia y el domingo no son rivales del hype que lleva gestándose desde abril del 21, cuando "Hammu Nation" cayó como un meteorito en nuestras playlists de Spotify. La única duda que brota de los asistentes es preguntarse cuál será el tema que arranque el evento. "Welcome To My Hell" murmuramos la mayoría, imaginando a Saske destrozar sus cuerdas vocales, dando la réplica a Javier Ibarra.

Misa en domingo

J Moods y Kas Rules no necesitan mucho más que una mesa de mezclas y un par de micros. Su papel es el más importante: catalizar la energía del público y hacerla estallar en brillos y chispas como hacen los magos con fulmicotón y un rápido juego de manos. La gente grita impaciente. Piden ruido. Más ruido. Y La Riviera explota en un mar de decibelios y rugidos y desde el público parece que la sala va a derrumbarse sobre nosotros. Raggio sale el primero y después lo siguen los demás, de uno en uno, hasta que, tras años de espera, se materializa: todo Space Hammu en un mismo escenario. Y así empieza la andadura de los malagueños en los directos, con más ganas que el propio público y con una puesta en escena cuidada al detalle — es complicado convivir seis tipos en una tarima moviéndose de aquí para allá sin chocarse — y la actitud de una manada famélica de perros de presa. Los coros con los que se apoyan potencian los punchlines y agitan los cuellos de abajo a arriba. Más brazos al aire que en una misa por Franco. Pero estos brazos se levantan por los domingos de misa para ateos, agnósticos y canallas de media España, nostálgicos del boombap y nuevas generaciones de raperos, traperos y rockeros curiosos.

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Complicidad vs Coordinación y vuelta del rap de barras

Esta gente lleva tanto tiempo junta que todo el show es orgánico y natural. Disfrutan de lo que rapea el otro, lo celebran y hacen coros. Cuando no tienen la palabra son uno más del público y todo el concierto se convierte de pronto en una asamblea, apoyando significancia al rap y a los conciertos. Ya no son patios interiores en los bloques de un edificio del Bronx con baffles amontonados, pero el espíritu, en este caso, es el mismo. Son muy buenos y suenan muy bien en directo; en ese sentido no hay mucho que contar: es algo digno de ver. Sin embargo, hay algunos puntos a destacar que me parecieron importantes para entender la esencia de este grupo.

La primera es la complicidad entre Raggio y Delaossa. Hacer música con tus amigos es una experiencia muy grata y ellos dos son buena prueba de ello; a Álvaro se le veía nervioso, y a Dani emocionado. Algo por dentro me dice que ellos dos deseaban especialmente ese día y se notaba una sonrisilla en Raggio cuando coincidían ambos en un tema. Esperemos que ese savoir faire se mantenga muchos años más.

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Luego está lo de ‘Welcome to my Hell’, que es el ariete de Space Hammu en el panorama nacional de rap, y es una síntesis de lo que el grupo puede ofrecer: el arranque de Saske, sentado y con los pies colgando sobre el escenario; las luces aminoran y suena el beat, relajado y de atmósfera triste, kafkiana. La historia que cuenta, basada en hechos reales, acaba con el mítico “Llamadme enloquecido, putas, nadie nace loco” para, de repente, cambiar radicalmente el beat a un boom bap clásico y hardcore, de egotrip y barras, ladridos y ad libs, coros y alaridos — estos últimos desde el público — y un reparto de patrones entre Sansón, Easy y Saske acabando con un estribillo que define muy visualmente a Space Hammurabi. “Salimos de abajo como la insignia de un Rolls Royce”. Y más buenas noticias para el rap de barras ya consolidado gracias al trabajo de gente como Percless, Hoke, Ill Pekeño o Ergo Pro, por nombrar algunos.

Otro de los buques principales de Hammu Nation es su canción homónima, un tema diseñado para los directos del que hay que destacar que tras el cacho de Raggio, entra Carrión con calma para dejar al público corear su cuarta barra y continuar con sus patrones multisilábicos que intercalan el inglés y el español y que hace vibrar para que Sansón lo continúe al estilo de DMX con su voz — grave hasta el tono más extremo posible — clamando venganza y buscando recuperar su sitio en la escena. Ambos complementan sus voces y estilos a la perfección y son la esencia más pura de Space Hammu, quizá no tanto los más conocidos pero tienen mucho que ofrecer de cara al futuro. Desde "Lucifer" o "Hacienda Nápoles", los primeros temas en los que aparecen juntos, han demostrado de sobra su compenetración a la hora de partir un beat, y, en el caso de Hammu Nation, dejar el balón botando a Delaossa para cerrar la canción.

Por otra parte, para cuando los malagueños daban las gracias a las casi dos mil personas que sudábamos borrachos a base cervezas insultantemente caras — cinco con cincuenta un vaso, por amor de Dios —, unos cuantos empezaron a corear para que Easy S y Delaossa cantasen ‘La Placita’. Pero esto es Space Hammu y aquí no se viene a lo fácil, por lo que en su lugar cantaron ‘777’, algo que me parece muy simbólico: este es el mood con el que se viene a estos shows y por eso nos encanta.

Son nuestros Wu Tang porque decir menos es ofensivo y porque decir otra cosa es insultante.

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